Entradas

Mostrando las entradas etiquetadas como cosas cotidianas

De idiotas hay en todos los lados

Son las 10.15 y acabo de entrar en la oficina, menos mal que con la cantidad de horas extras que hago me perdonan estas tonterías. Os pongo en situación: en el tren, si no estoy muy cansada, suelo ponerme en una esquina donde no molesto (de pie) y dejo los asientos libres a la gente que más necesita. Normalmente con la espalda apoyada en la puerta, la misma que el otro día casi me tira (sólo se abre en la parada que bajo, sino hay ningún accidente). Resulta que una señora, para mí una imbécil, ha decidido ponerse justo a mi lado. No sólo ha invadido mi espacio personal sino que encima se puesto de tal manera a agarrar la barra que había justo al lado que prácticamente me clavaba el codo en el ojo. No suficiente con eso, cuando cerca mío se ha quedado un puesto libre ha ido para allá, sin evitarme, por lo tanto se ha chocado completamente conmigo (yo estaba apoyada en una puerta, no podía retroceder mas). ¿Acaba ahí? ¡No! Resulta que la dos bajábamos en la misma parada, así que, t

Señoras que...

Estoy de vacaciones y espero que sea el último mes que pago dos mensualidades de gimnasio (una cerca del trabajo y otra al lado de casa). Para evitar que los días de descanso no sean una excusa, estoy aprovechando que aún sigo apuntada al gimnasio cerca de casa para seguir con la rutina de tortura diaria. Éste, forma parte del patronato de la ciudad y a la hora que estoy yendo, está regentado por personas mayores. Hoy, me he cruzado con un par de señoras. A causa de que el agua caliente no iba muy bien (demasiado fuerte), se ha entablado una conversación bastante interesante que ha derivado a la anécdota que la nieta de 10 años de una de ellas. A la pobre niña, la confundieron con un chico y como consecuencia la echaron del vestuario por llevar el pelo corto, no llevar vestido y no tener pendientes puestos. La señora decía que esperaba que esa fase se le pasara, no vaya a ser que... Y de golpe la otra señora empieza a hablar sin el menor tapujo, pero sin pronunciar las palabras mágic

Cuando menos te lo esperas

Desde hace un tiempo estoy intentado recuperar ciertos hábitos antiguos que echo de menos, uno de ellos es volver a patinar. Durante el último mes, he ido comprando los elementos necesarios para retomar esa afición que tanto me gustaba de enana y que por muchos motivos acabé abandonando. Cerca de donde vivo, hay una zona asfaltada que podríamos decir que está abandonada y cortada al tráfico, de un proyecto bastante reciente que no llegó a buen término. La verdad es que no es muy grande, pero es lo suficiente para ir practicando e ir cogiendo confianza poco a poco. La parte buena de esta zona, es que hay asfalto, acera (es decir baldosas que hacen vibrar los patines) y no es plana: me obliga a patinar cuesta arriba, a aprender a frenar cuesta abajo (en desniveles bastante suaves) y a mejorar mi equilibrio. Hoy, en uno de mis intentos fallidos de frenar cuesta abajo, me ha venido un tío que decía "saber patinar" (hace varios siglos), a decirme qué estoy haciendo mal. La co

Las cajas automáticas

Una de las muchas ventajas y desventajas de trabajar delante de un centro comercial y por extensión delante de un supermercado, es la posibilidad de salir corriendo a comprar cualquier capricho que se tercie en ese momento. Como quieres ir rápido, una de las opciones que son más atractivas son usar los cajeros automáticos para agilizar la gestión y volver a la oficina. El problema, viene que esos cajeros cada vez van más lentos, las últimas actualizaciones en lugar de mejorar, han ido empeorando el problema. Estas máquinas son muy sencillas, pasas el código de barras y lo dejas en una plataforma donde valida la coherencia con el peso del producto. Una vez has dejado todos los productos, le das a finalizar y te salen los métodos de pago. Todo va muy fluido, hasta el momento que le das a pagar, donde la máquina tarda un rato en procesar el pago y en generar el ticket. En este punto, si no esperas a que se procese el pago y sacas los productos antes de tiempo, la máquina entra en un buc

El chico de la fila

En una de esas escapadas que la ansiedad me obliga a hacer tanto para cambiar el ambiente por un rato de la oficina por el bullicio del centro, como por intentar conseguir algo que intente suavizar esa angustia que se me sube hasta el inicio de la garganta, he acabado comprando un par chuminaduras para tranquilizarme. Una vez en la mano, he ido tranquilamente a hacer cola en los cajeros y me he fijado que delante mío tenía un muchacho que tenía la perfecta combinación de futuro impresentable, tanto en actitud como en presencia. Estaba yo a lo mío, cuando veo que personajillo se me gira y me dirige la palabra, he tenido que enfocar todos mis sentidos porque no acababa de entender qué pasaba. A dos metros de la cola, había un stand con chicles y el chaval me estaba pidiendo permiso para ir a por chicles y no perder la posición de la cola. La verdad, esa sí no me la esperaba, ese chico con una pinta de soy el tío más chulo del planeta, me estaba pidiendo permiso para ir a dar dos pasos