De bruces con la realidad

Hace cosa de unas semanas, apareció una persona en mi vida con la cual empezamos un juego muy raro, totalmente indefinido que a los dos nos estaba bien. La diferencia horaria, social, educativa y de edad, más allá de ser un problema, resultó ser un soplo de aire fresco a una rutina totalmente enquistada y asfixiante. Poco a poco, con la tontería que nos llevábamos, fue pillando importancia y logrando atravesar esas capas de auto-protección que vas creando con el paso de los años. Tanta esa confianza, que ha logrado llegar a rozar las capas internas.

Justo en ese momento, apareció un comentario estúpido, algo sin importancia que hizo alejarme de esa calidez de la complicidad ganada y esconderme otra vez en las sombras rodeándome de una maraña de espinas para evitar que se vuelvan a acercar. Triste es, pero no permito que ni familia, ni amigos, ni conocidos la pueden atravesar. De golpe, otra vez esa sensación de vulnerabilidad, que te ahoga hasta dejarte sin respirar. El cabreo fue instantáneo, no tanto por su comentario, sino por las consecuencias. ¿Cómo era posible que me hubiera olvidado de la lección? ¿Por qué había permitido que sucediera otra vez?

De golpe, llegó el análisis racional: no puedes echar la culpa a los demás de cosas que te molestan si antes no avisas, pero por otro no puedes evitar pensar que hay comentarios que deberían dejarse en la mente y no decirlos en voz alta. Hay bromas que dañan, no es lo mismo un comentario a un grupo de manera genérica que un comentario en privado dirigido a una persona en concreto. Si sabes que por estadística algo puede molestar, asegúrate de que no hace daño antes de soltarlo.

Llevo toda la mañana dándole vueltas a qué hacer en este punto, distanciarme u olvidar, cualquiera de las dos opciones es igual de mala e igual de buena.

Analizando la situación, por un lado nos encontramos que esta persona tiene una inteligencia emocional por encima de la media, parece captar perfectamente la problemática que hay en mi mente y tolerarla sin problemas. No se cabrea, ni se harta por esas subidas y bajadas repentinas, demostrando una paciencia infinita. Por otro lado, en cambio parece saturarse cuando el lado más inquieto de la mente se activa y empieza a disparar en todas direcciones, pero seamos realistas, pocos aguanten el embiste de ideas que aparecen cuando entro en este estado. Ya estoy acostumbrada a limitar esa parte para evitar que me miren raro y me tachen de zumbada.

Hablando sobre esta situación con terceras personas, me han dicho que me mantenga firme, que no ceda, que por una vez deje de echarme la culpa de todo y mantenga mi posición... No puedo evitar pensar que los demás no tienen porque aguantar a cualquier precio mi forma de ser. Al final decidiré (o tal vez ya lo he decidido) qué es mejor para esa persona (sin tener en cuenta su opinión), a fin de cuentas estoy rota y ya no tengo arreglo.

Recordad: Morded o Seréis Mordidos

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