Dios los cría y ellos se juntan.

Había llegado la calma. Todos los familiares ya se habían largado. Estábamos las tres solas: mi madre, mi abuela y yo. Incluso mi padre se había marchado, que disfrutando de sus dos hermanos, se había ido a acompañar al que vive aquí, para volver más tarde paseando con el otro (que vive en Navarra). Y mientras mi madre llevaba a mi abuela al baño en la silla de ruedas, descubrió que su prima se había dejado un pan casero que le habíamos ofrecido para que se lo llevara a casa.

Mis pies protestaban en la acera mientras yo corría hacia la estación rezando a cualquier deidad que me oyera que no hubiese llegado el tren, pues iba con bambas (deportivas) que jamás uso porque son ultra-incómodas y sin calcetines. Las del día a día, estaban mojadas y los zapatos, eran inpensables con los destrozos que tienen mis plantas provocados por los excesos de la semana pasada.

Y allí llego, jadeando, con la garganta al rojo vivo y le doy el pan. Me abraza y empezamos a hablar de libros (obviamente). Y mientras charlamos, esperando a que llegue su tren, se nos junta una señora porque ha oído la conversación, quería cuchichear y dar su opinión. Dios los cría y ellos se juntan, esa era la expresión de la cara de la maruja que estaba a nuestro lado (lo decía bien claro), pues no entendía como podía ser más interesante un libro que lo que hacía la vecina del quino. Pobre maruja, pobre ignorante.

Recordad: Morded o Seréis Mordidos

    # Escuchando...   Iron Maiden; Hallowed Be Thy Name.