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Mostrando entradas de diciembre, 2012

La bixa.

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El miércoles, mientras iba de camino al trabajo, me encontré escondido entre un árbol y el bordillo de la acera un conejo, que ni se movía, ni se quejaba si le tocaban, empapado y en los huesos. Asustada, localicé a la presidenta de mi protectora y le conté lo que pasaba. Volví hacia casa con tupper, bolso, chaquetas, etc y un conejo, lo coloqué como pude en una jaula enana, le puse comida y corriendo a trabajar. A la vuelta de trabajo, gracias a ayudas varias, conseguí piensos, consejos y todo lo demás y empezó mi aventura con la bolita de pelo. Parecía una hembra así que la llamé bixa y empecé a buscarle casa. La peque resultó no ser tan peque (es una adulta ya bien madura), era una tragona, asustadiza y super cariñosa. Cada mañana y cada noche devoraba un plato de pienso ante mis narices y otro tranto del siguiente que le rellenaba. El tazón de agua, bajaba con unos lengüetazos que impresionaban (era una aspiradora con lengua) y no hablemos de la escarola, daba gusto verla desap